viernes, 7 de enero de 2011

De ollas, cocidos y física cuántica


Entré consciente y convencida a mi reducida despensa. Allí estaba ella: reluciente, altiva, reposando sobre un brick de "Agua de Lebanza" por falta de espacio, pero sin perder la dignidad que otorga una juventud moderna y "sobradamente preparada"... No me dejé intimidar.  


"0 tú, o yo - pensé- De hoy, no pasa" y la agarré fuertemente por el mango... Primero con una mano y luego con las dos, "¡¡Dios, cómo pesa la condenada!!!". Efectivamente. En ese momento empecé a acordarme del padre del invento y de toda su parentela... Dejé en la caja el "tumbo-manual de instrucciones" y me quedé con la versión reducida. Esa  de cuatro o cinco hojas, específica para vagos, cagaprisas, y no-manitas, que, de un tiempo a esta parte -a Dios gracias!-, todas las empresas han empezado a incluir en sus productos.

La coloqué a duras penas sobre la vitro -primera prueba, superada-. Sin pensarlo dos veces y sin abrir el mini-manual para vagos, eché a ojo el agua que consideré oportuno. En lo que troceaba los puerros y pelaba los ajos, de reojillo y con cierto aire de suficiencia, empecé a leer la primera de las cuatro páginas de instrucciones. ¡Mierda!, línea 4. "si cocina garbanzos u otras legumbres tendentes a generar espuma no eche más de 1/3 de agua"... 

"Cagüen... tó, ya metí la pata. Serás... ¿Y cómo calculo el tercio de agua??? ¿con los garbanzos ya dentro, que ocupan espacio, o sin ellos??? Vale, relájate, nos quedamos con la opción B. Hala!!! A cargar otra vez con el muerto hasta el fregadero!" Elimino el agua sobrante... pongo el resto a hervir y cuando está a punto de ebullición añado los garbanzos, la carne, el chorizo, un par de puerros troceados y dos dientes de ajo enteros, una pizca de sal y... a cerrar. Ok, en esta ocasión, me cercioro bien de leer las instrucciones para evitar errores: página 2, epígrafe "Cerrar tapa"... Oigo el click de rigor y deduzco que todo marcha según las previsiones. Craso error...

Por suerte para mi y para la integridad de mi hogar, en lo que comienza el proceso de cocción he decidido quedarme en la cocina e ir preparando los rellenos... Me dispongo a echar el primero a la sartén, cuando veo con sorpresa, que el "artefacto asesino" expulsa vapor por encima del mango -como indica el manual- y por los lados... -esto ya no aparece en ningún sitio-.


Iluminada por San Judas, por mi Ángel de la Guarda o por algún otro ente protector retiro presto y sin pensarlo el "intento de cocido" de la vitro.... ¡¡¡Uff, por los pelos!!! Reviso el invento, y veo, que pese a haber oído el click, he cerrado mal la tapa... "¿Y ahora qué???". El mini manual no dice nada de mala praxis en el proceso cierre. Respiro. Intento abrirla sin más... Nada, no hay manera, se resiste. Vuelvo al manual. Leo que mi rival cuenta con tres mecanismos de cierre de seguridad, "joer, pues ná, ya tenemos caja fuerte...!!!"

Desesperada. Subo corriendo las escaleras. Agarro el teléfono y marco mi 112 particular.

- "Madre!!!!"-
-¿Qué ocurre??? ¿Todo bien??? ¿Cómo llamas a estas horas???-
- Ná, que estoy intentando preparar un cocido... -
- Ah! muy bien. Echa un par de ajos que dan muy buen sabor y algún puerro si tienes... y el espinazo en adobo que te dio la abuela y...-
- Que sí, que sí, madre, que ya está... que no es eso. A ver, escucha, que la olla nueva ha decidido secuestrar a los garbanzos, la cerré mal y ahora no puedo abrirla, ¿se te ocurre algo?-
- ¿La has metido debajo del grifo de agua fría?-
-¿El qué, la olla?-
- ¡No, a la Abuela...! Pues claro...-
- Umm, no... ¿para qué???-
- Pues para que salga la presión... si no, no puedes abrirla...-

Vale, cuelgo, doy gracias a mi santa Madre, -sí, en ese orden-, y corro a la cocina a poner en práctica su consejo. Cargo de nuevo con el peso multiplicado de la olla. La colocó debajo del grifo, abro el agua fría y... oh! milagro, escuchó un "puuuuuuuuuuuuuuuffff" y noto la liberación de gases.... la tapa cae liviana sobre el cuerpo. Le doy al cierre y, ¡bingo!, abre sin problemas...

Eufórica, aprovecho para meter el tocino, que se me había olvidado en el primer intento, cierro -está vez sí- bien la tapa y vuelvo a colocar la olla -por tercera vez- sobre la vitro. Selecciono el grado de presión, pongo el fuego al máximo, como dice el manual, espero a que el vapor comience a salir por la parte superior del mango, reduzco el nivel de calor y empiezo a contar el tiempo de cocción (35 min. para presión baja -como aún no he metido la morcilla, ni los rellenos, para que no sufran un proceso de desintegración progresivo a causa de la presión-, descuento 10 min.).

Me voy tranquila a ver en la tele un programa concurso, no sin antes activar la alarma del móvil, para que me avise cuando hayan pasado exactamente 25 min. Mientras escucho la tele, acabo de leer las cuatro hojas de instrucciones. Ok, veo que para abrir la tapa, lo conveniente, en lugar de meterla bajo el grifo, es "seleccionar la posición de despresurización en la válvula". "Acabáramos! Ahora resulta que para manejar una olla es necesario tener conocimientos de física cuántica, ¿¿¿despresurización??? Menudo palabro..." No  acaban aquí mis sorpresas, para colmo de males, en la última página, en letra minúscula sobre el cuadro que especifica los tiempos de cocción de los alimentos, leo, "el tiempo comienza a contarse cuando empiece a salir vapor por la válvula con cierta fuerza", "¡carajo!, ¿pero no habíamos quedado en que era cuando saliese vapor por la parte superior del mango???? Ainss!!, qué paciencia!!!". 


Piii, piiiii, piiiiii. La alarma del móvil. Tiro el manual. Vuelvo corriendo a la cocina. Apago el fuego. Coloco la válvula en la posición de "despresurización" y.... en lugar de vapor, sale un chorro de agua hirviendo que empapa los azulejos, los tarros de las especias, el mortero... y, en resumen, me pone la cocina hecha un cristo.  Al borde del infarto, cojo la olla y vuelvo al método tradicional,  más bruto, pero menos peligroso, es decir, darle una ducha de agua fría. Abro. Tal y como me temía, los garbanzos están muy duros. Aún así, me arriesgo, meto la morcilla y los rellenos, cierro, programo y en lugar de 10 min. contados -esta vez sí- correctamente, le dejo 15.

No vuelvo al cuarto a ver la tele. Limpio y limpio y limpio y limpio, me acuerdo del inventor de la olla y de toda su parentela, sigo limpiando, pienso en mi suegra, mi cuñada, su marido y mi sobrino político, que vienen a comer mañana, a saborear "mi primer cocido en olla"... uff!, vale, 15 minutos. Apago el fuego. No me atrevo a abrir la olla. La dejo ahí, sobre la vitro, reposando...

Ya por la noche, animada por Carlos, que me asegura que "huele a gloria", regreso a la cocina. Aunque han pasado más de 4 horas y ya no debe existir presión ninguna, me curo en salud y paso la olla por el grifo. Abro. Y, ¡¡¡¡milagro, milagroso, habemus cocidum!!!. Estoy tan tan tan emocionada, que sólo me falta aplaudir con las orejas... Vale, la morcilla se ha pasado un pelín, pero por lo demás...  para ser el primero que hago en olla, ni tan mal. Buen provecho!!! ;-)

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