miércoles, 27 de junio de 2012

Ejemplo en la vida y en la muerte


Nunca jamás hubiera deseado escribir este post. Se me acelera el corazón. Siento un nudo en la garganta. Me arden los ojos, al ir tecleando en el ordenador. La herida es muy reciente. No creo que jamás llegue a cerrarse. Aún así, se lo debía. ÉL ha sido todo y ha dado todo. Por eso duele tanto decir adiós. Por eso cuesta tanto asumir que se ha ido para siempre. 

Ya no está y no logro acostumbrarme. Cuando entro en mi casa, en su casa, en nuestra casa del pueblo, espero encontrarle sentado en su sillón, adormilado viendo la tele o, quizá, apoyado en la mesa del salón, leyendo un libro, o entrando por la puerta, orgulloso con una cesta repleta de huevos o un caldero lleno de uvas, cebollas, tomates... o cualquier otro fruto de su viña, de su huerta, de sus frutales... incluso,  si se tercia, cargando un saco lleno de melones o sandías recién cortadas...

No hace ni dos semanas se lo llevó el cáncer. Sí, como a tantos otr@s. Pero éste era mi PADRE. Y la maldita enfermedad ha sido tan dura, tan injusta, tan inoportuna, tan inesperada...

NO le tocaba. NO ahora, que acababa de jubilarse, después de toda una vida trabajando. NO ahora que, por fin, había tenido a su primer y tan deseado nieto. NO ahora, con las bodas de dos de sus hijos a la vista. NO ahora, que empezaba una nueva juventud con su esposa, con mi madre. 

 Autor de la foto: Isis Roldán

Al cáncer le ha dado igual el NO. Se lo ha llevado sin contemplaciones, sin pedir permiso, sin dar tregua, sin dejar un resquicio para la lucha, para la esperanza. Ha sido el enemigo traidor, el cobarde que se esconde, agazapado, sin dar pistas, hasta que consigue tener a merced a su presa.

Mi padre nunca fue presa fácil. Siempre fue un hombre fuerte, valiente, cabal, un hombre recio, de pueblo, que diría aquel. Quizá, por eso, aunque él mismo decía que ya había vivido al menos tres milagros a lo largo de su vida, todos confiábamos en que aún podía producirse uno más. No ha sido así.

Le echo de menos. Echo de menos sus consejos, su sonrisa socarrona, su mal genio a ratos, su saber estar... Echo de menos nuestras discusiones, nuestras charlas, sus enseñanzas...  Le echo de menos, aunque le siga intuyendo, viendo, oyendo y sintiendo, por momentos, en mi hermano, en mi hermana, en mi madre e incluso hasta en Damián, su nieto. Gracias a esos pequeños reflejos SÉ que, aunque físicamente se haya marchado, SIEMPRE estará ahí.


Se ha ido como ha vivido. En su casa, rodeado de los suyos. Tranquilo, consciente, manteniendo siempre y, pese a todo, la serenidad y la templanza, asumiendo con valentía la MUERTE.

No, no voy a enrollarme elogiando a mi padre, simplemente os diré que era un hombre bueno. Y no, no es una opinión personal, sino compartida con los cientos de personas que se acercaron a darle el último adiós. Con la gente que llenó la iglesia, con quienes aún siguen llamando para transmitirnos su ánimo. A todos, también, GRACIAS, y a tí, padre, lo dicho, hasta siempre. ;-)


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