He estado una semana desconecta del mundo -del real y del virtual-, por eso, os pido disculpas, porque ando con un poco de retraso en la lectura de blogs. Espero ponerme al día, poco a poco y no tardando, así pues, calma.
Mi desconexión ha venido dada porque necesitaba disponer de unos días para ordenar un poco mi vida, sobre todo, para ultimar los detalles de mi próximo cambio de estado civil y, también porque necesitaba, y mucho, evadirme del día a día y relajarme otro tanto.
La primera parte casi casi está cerrada y la segunda, la cumpli con creces acercándome hasta León. Fui sobre todo al concierto del que, para mí, es un auténtico genio, Joaquín Sabina. Y he de deciros que pese a que su voz suena cada vez más rota y más cascada, no me defraudó en absoluto -claro, que teniendo en cuenta mi grado de fanatismo y entrega, conmigo no lo tenía muy difícil-. El León Arena - entiéndase plaza de toros- estaba lleno hasta la bandera.
Fueron más de dos horas y media de concierto, en las que Sabina y su banda tocaron temas del nuevo disco y recordaron letras míticas como Y sin embargo, Princesa, Calle Melancolía, Peces de ciudad... bueno, insuperable, el público estaba entregado y Sabina debió de encontrarse muy muy a gusto, no sólo por los guiños constantes a la ciudad de León, sino también por los tres bises y porque se notaba, qué carajo!.
Ah, debo confesaros que la foto de cabecera es mía, pero no pertenece a este concierto -ya me hubiera gustado volver a estar tan cerca de Joaquín- es de la gira "Dos pájaros de un tiro" -en aquella ocasión tenía pase de prensa y estaba al ladito del escenario- esta vez no fue posible pero mereció la pena igualmente.

Eso por lo que se refiere al concierto de Sabina. Ahora bien, debo deciros que pese a que me encantó y disfruté un montón, lo mejor de ir a León fue, sin duda alguna, reencontarme con un amigo, José Manuel, genial historiador, como os digo, gran amigo, y si cabe, mejor persona. Gracias a él y anécdotas al margen, he aprendido a ver la catedral de León y el patrimonio en general de una forma diferente, con otros ojos. Por cierto, que las fotos de la catedral son suyas, porque también es -y no es peloteo- un estupendo fotógrafo.
Lo de ver el patrimonio con otros ojos, lo digo, porque ahora no me limito a mirar, sino que busco la historia que se oculta tras las piedras y no me conformo con observar, sino que también pretendo vivir y sentir. Y todo esto, os lo aseguro, podéis encontrarlo en la catedral de León, a través del Proyecto Cultural "El sueño de la luz". Mi amigo es, aunque él no suela decirlo, el alma mater de la idea, que está sirviendo no sólo para restaurar las vidrieras, que ya es, sino también para acercárselas al gran público.

Cuando digo "acercar" utilizo la palabra en su sentido más literal, puesto que una de las experiencias que te permite vivir este proyecto, es la de subir a una plataforma situada a 16 m. de altura y colocarte justo al lado de las vidrieras que hay bajo el rosetón central. Esto ya de por si es absolutamente único e irrepetible. Lo he vivido en varias ocasiones y nunca acabo de sorprenderme. De hecho, me resulta imposible explicaros con palabras qué se siente al poder casi casi tocar las vidrieras, al ver a apenas unos centimetros estos cristales multicolor y, sobre todo, al escuchar su historia... Todo esto viendo como transcurre la vida en el interior de la catedral, porque, como os digo, la plataforma está a 16 m. de altura y en lo que ves las vidrieras observas también pasar a los turistas, files, peregrinos, despistados...
Bueno, pues si esto os parece insuperable, os diré que no lo es, porque de un tiempo a esta parte, se ofrecen visitas nocturnas. ¿Nocturnas??? Sí, sí, habéis oído, digo leido, bien y esto ya sí es lo más, de lo más. He de confesaros que yo no pude vivir al completo "El sueño de la luz", porque justo el día que íbamos a realizar la visita nocturna, a las luces que iluminan el exterior de la catedral, les dio por no funcionar, cosas que pasan. Aún así, subimos a la plataforma y, creedme, estar a las 12 de la noche a 16 m. de altura en una catedral como la de León, completamente a oscuras y en el más absoluto silencio, es algo que, francamente, impresiona.
No pude ver el reflejo de los cristales multicolor sobre la piedra, rompiendo la oscuridad, Aún así, sí pude vivir "el sueño de la arquitectura", porque a medianoche, cuando el reloj acaba de dar las 12 campanadas de rigor, la luz exterior (que no funcionó) se apaga y se enciende la del interior (ésta sí funcionó). Es en ese instante, cuando las vidrieras pasan a un segundo plano -y mira que esto es difícil- y ceden el protagonismo a lo que siempre queda ensombrecido en la Pulchra Leonina, el esqueleto, la columna vertebral, esto es, la piedra simple y llana, piedra de Boñar y de Hontoria. Fue algo mágico y como las luces exteriores no funcionaron, tengo la excusa perfecta para volver no tardando y, esta vez sí, vivir al completo el "sueño de la luz".
Nota: Si queréis más información sobre el Proyecto Cultural, visitas y demás podéis encontrarla
aquí, también hay un grupo facebook. Yo no puedo mas que recomendaros la visita si vais a León y, por cierto, Mil gracias, Jose. Abrazos ;-)